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Ahí estaba yo pensando: qué mal se pasa aguantando el sueño. Como se piensan esas cosas, con una metáforica ceja levantada, igual que se piensa: qué malo es estar en la calle a 45 grados (o a cero), mientras le das al mando del aire acondicionado o la calefacción.
A salvo, me acordé de mi propia prueba de privación de sueño, que ocurrió sin esperarla, un año (hace diez) que fuimos de excursión al Espárrago rock, cuando todavía era en Granada,de cómo paramos en Ronda y luego nos perdimos, de la primera noche surrealista y de nuestra salida de la pensión propia casi de Gente (sección sucesos), me acordé de nuestra temeridad costera, del contraste térmico día/noche, de cómo mi hermana y yo deambulamos por la ciudad acompañadas de una insoportable alemana a la que tuvimos ganas de estrangular cientos de veces a lo largo del día y la noche, de cómo dormitamos en un bar en una cueva del Sacromonte, de cómo ya por la mañana, nos echaron de una cafetería donde habíamos desayunado porque la imbécil de la alemana se quedó dormida sin disimulo... y pensé contar todo eso con pelos y señales, pero... la actualidad manda, y después de pensar en la privación de sueño, esta que escribe estaba hoy, a causa de unas sensaciones dolorosas aquí y allí, a las 4:30 levántandose de la cama, a las 4:45 mirando a ver como iban unas descargas en la máquina que nunca duerme, a las 5:00 instalándose en el sofá con provisiones líquidas, a las 5:30 empezando a ver El pueblo de los malditos, a las 6:30 quedándose dormida y a las 9:00 despertándose otra vez.
Superhuman, dicen.