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...tal como han hecho desde tiempos inmemoriales los jóvenes sometidos a presión, decidieron tumbarse un rato y perder el tiempo.

domingo, agosto 27, 2006

top of the world

Mi aspiración en la vida es conseguir que un día escriban en la pared algo así con mi nombre. De momento, Manoli es mi heroína del mes o del semestre. Voy a iniciar una investigación para averiguar quién es.
A mí estas cosas me dan ganas de bailar.

miércoles, agosto 23, 2006

símil en 625 líneas

El primer televisor que recuerdo en casa era en blanco y negro, no tenía que ocuparme de nada, sólo de ver lo que pasaba dentro. Mis padres compraron uno en color muy pronto, y vendieron el primero. Vino una chica a llevárselo, la recuerdo como a una de las trillizas que acompañaban a Julio Iglesias, seguramente no se parecía en nada, pero los recuerdos son así, se fijan, y si el resultado es inofensivo, no queremos cambiarlos. Cuando vino a recogerlo yo estaba sentada en el suelo viendo una serie alemana llamada La bella Mariana (y esto no es un recuerdo inventado), y desde mi insignificancia infantil intercambié con ella unas frases.

El televisor en color era un Sanyo, aprendí a ajustarlo y lo quise mucho más que al primero, como se quiere a las cosas que son parte de lo que eres. Ruedecitas negras para cambiar de banda y rojas para sintonizar. Y me sentaba en el suelo igual. -No te pongas tan cerca-, oía mucho esa frase.
Mientras el Sanyo llevaba la edad con la dignidad que se reserva para los elegantes, apareció un vídeo Mitsubishi (VHS) con mando a distancia. Que la expresión no os lleve a engaño, el mando se conectaba al vídeo con un largo cable. El concepto a distancia se hizo visible, pero yo vivía la contradicción alegremente. Poder rebobinar y pausar y las películas que alquilaba, pero tener que levantarme para cambiar de canal o subir el volumen no me causaba ninguna inquietud tecnológica. El vídeo tenía mando a distancia y el televisor, no. No pasaba nada. Así eran las cosas.

Cuando nos mudamos de casa, el Sanyo ya no nos acompañó. Y el siguiente televisor (al que voy a dejar en el anonimato como personaje sin frase que es) ya tenía mando. Y enseguida me acostumbré a no tener que levantarme. El resto es historia.

Cuando la realidad no se pliega a mis deseos con tanta facilidad como avanzo a través de cincuenta canales, me acuerdo de las ruedecitas. Supongo que estoy tan hecha a pulsar botones que se me olvida que a veces hay que sintonizar de forma manual, que todavía existe esa posibilidad. Aunque sea más lento, aunque parezca que no se ve bien, aunque con el mando sea más fácil.

jueves, agosto 17, 2006

los condicionales me gustan cuando dejan der serlo

Yo en realidad lo que haría sería tocarte con las yemas de los dedos en todos los lugares importantes, como la nuca, y decirte que te quiero y el resto de cosas mientras una suave pero efectiva descarga eléctrica se encargaba de hacer llegar el mensaje sin interferencias.

También escribiría esto esperando que sonrieras. Una cosa menos.

sábado, agosto 12, 2006

esta soy yo

Hay cosas que sabes que son tuyas y de nadie más. Si las enseñas corres el riesgo de que te pase como cuando eras pequeña y enseñabas un dibujo que era un león, tu león y... qué bonita la hormiga. Y a lo mejor cuando eras pequeña intentabas explicar que no, que era un león, y al final te daban la razón, pero sabías que no, que no veían lo mismo que habías dibujado. Y aprendías una pena pequeña. Pero a veces, a pesar de los aprendizajes, todavía te atreves a enseñar leones que parecen hormigas. Porque a lo mejor, un día, alguien ve el mismo león que tú.

jueves, agosto 10, 2006

maxi single

Puede que si me pongo a limpiar llevando puesto (sólo) un pantaloncillo con tendencia a caerse y me dejo caer en las nunca suficientemente alabadas por mí redes del karaokismo bailado hogareño, puede que si hago todo eso tarde casi un día entero en hacer lo que cualquier persona sensata liquidaría en un par de horas. Pero así es mejor. Y punto.

Dos de los éxitos que han sonado:
Uno.
Dos.

Salta a la vista en lo que estoy pensando.

lunes, agosto 07, 2006

estaba tardando



Sue Ellen Ewing, una mujer que ha dado nombre a un estilo de vida, a una forma de acercarse a la barra del bar o al mueble bar en su defecto. Todo el mundo (sí, todo el mundo) sabe qué te están diciendo si te llaman Sue Ellen. Si eso no es digno de homenaje...


Nada más alejado del concepto de chupito que mi heroína. "¿Quién quiere beber en dedales cuando puede sostener una botella?", parece decir con la mirada.




Ese gusto, tan a juego con la rudeza ambiental, por beber directamente de la botella, no le impidió dominar también la ingesta en vaso corto. Y con los ojos cerrados.



No vayamos a engañarnos pensando que cualquiera puede dormir la mona igual que ella. No.
¿Cuántos personajes han sido transportados tantas veces a la cama, o contemplados desde la supuesta superioridad que da la sobriedad, mientras yacen inconscientes al pie de una escalera? Insuperable.


Es tan difícil beber bien y tan a lo largo, que por eso entre otras cosas, Sue Ellen Ewing es la primera de mi santoral. Amén.

sábado, agosto 05, 2006

virus

Me pregunto si lo bueno se propaga con tanta facilidad como lo menos bueno. Me gustaría creer que sí, pero como en los programas de testimonio humano (¿hay alguna otra posibilidad?), y casi como en los documentales, los hechos me quitan la razón. Hago ensayos ramplones con conceptos para averiguar si es que sí o es que no, y me los guardo para mí.
Porque a veces me gusta manipular los resultados a mi favor.