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...tal como han hecho desde tiempos inmemoriales los jóvenes sometidos a presión, decidieron tumbarse un rato y perder el tiempo.

domingo, abril 15, 2007

como si fuera lo mismo x que y

A veces corres el peligro de volver a casa a las once de la noche después de haber salido a las cuatro de la tarde y que todo te parezca perfecto. Puede pasar que a las cuatro y media te definan con una precisión que te parezca simplista y hasta ofensiva pero que da miedo por la exactitud. Y chocas esos cinco y te ríes, porque es lo mínimo, y de puro contento por la sinceridad.

Y pasan unas cuantas horas y cuando vuelves a casa piensas que sí, que es verdad, que era nada y que ya no es asunto tuyo. Y aparte de las maquinaciones y las risas y los planes, vuelves tarareando esto, a salvo con los auriculares en los oídos, y sabes que sí, que es verdad, que no lo vale. Pero no te lo puedes creer, porque esta vez los guionistas han sido muy descuidados. Y las monedas se devalúan con una facilidad pasmosa. Y luego está lo importante, en lo que no vas a poder dejar de creer así como así.


domingo, abril 08, 2007

la rigidez del cuero falso

Otra vez en el tren, una mujer enfrente de mí medio oculta por un par de asientos vacíos.
Habla por teléfono sin parar, la palabra Melbourne capta mi atención y dejo de escuchar música pero no me quito los auriculares. La conversación trata de importación de vinos australianos de y la ineptitud de Adolfo, el que la escucha no es Adolfo, pero le cae casi la misma bronca que si lo fuera. Aquello de matar (o herir) al mensajero es un clásico que no caduca.

Más tarde la misma mujer le pide besos a su hijo por teléfono. Cuando me levanto para bajar, paso por su lado y casi abro la boca de sorpresa, porque aquella mujer parecía dos. Una desde la cintura hasta la cabeza (con la camisa por fuera, despeinada con el despeinado que sólo te dan los reposa cabezas de trenes y autobuses, y cara de querer llegar cuanto antes a Segovia) y otra desde la cintura hasta los pies, con las piernas anormalmente rígidas, con una rigidez extrañamente próxima al movimiento brusco, envueltas (y es un verbo demasiado suave) en unos amenazantes pantalones intento de cuero de un color entre el ocre y el verde. Parecía que aquellas piernas no tenían nada que ver con su dueña. O incluso que las dueñas eran las piernas.

Al día siguiente (y sin que tenga nada que ver, o sí) con lo anterior, conocí en un bar a una perra llamada Chenoa. Y no es una metáfora.



lunes, abril 02, 2007

la importancia de unos músculos bien diseñados



Se trata de la épica. Y la épica no son las películas Ivory-Merchant. La épica es la sangre a raudales (o en racimo), unos hombres cincelados que son valientes cuando podrían ser tontos, una reina a la que no le tiembla el pulso a la hora de pasear una espadita por tus órganos internos y muchos miembros seccionados.

Que la persona que está en la butaca a tu izquierda grite "¡cuidado!" para advertir a un guerrero desprevenido, es el cine.