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...tal como han hecho desde tiempos inmemoriales los jóvenes sometidos a presión, decidieron tumbarse un rato y perder el tiempo.

sábado, julio 09, 2005

de cómo los hombres grises casi me roban el viernes

Nada mejor para un viernes que una reunión trabajil con el ambiente casi sólido de tan tenso.
Madrugón atenuado por un buen presagio: por una vez y no va a servir de precedente, subo la primera al bus. Extraña sensación.
Tren y llego a Villa Chinchilla donde me esperaban algunos besos y caras largas. La reunión fue de todo menos normal. Menos mal que estaba P. que pinta tan poco como yo en cuestiones internas. A las 13 horas nos dicen que nos podemos quedar en nuestro cubículo habitual porque se avecinan escenas desagradables que es mejor mantener fuera del alcance de las niñas. Allí nos quedamos terminando algunas cosas de la sección "documentación, esa amiga" hasta casi las 15 horas.
Los mayores salieron del (pen)último asalto con cara de todo menos de irnos a comer juntos. Que es lo que hicimos, que para eso el restaurante estaba pagado. Y allí fuimos; estuve desarrollando toda una gama de pensamientos alternativos para huir un poco de lo incómoda que era la situación. El sitio estaba muy bien, de diseño pero no demasiado. De esos que te dan ganas de poner Mancini y pedir un martini. Pero no era plan. Subimos al comedor. Momento crucial "dónde me siento" o "quién se sienta al lado del jefe". Solucionado.
Empiezan a desfilar el avituallamiento. Yo he decidido concentrarme en la comida (y bebida) y en charlar con P. Las conversaciones a siete bandas no se me dan bien, me canso y me aburro.
El menú, muy bien: pimientos del piquillo rellenos de marisco (¿cuánto durará esto?), surtido ibérico (menos mal que es socialmente recomendable no hablar con la boca llena), bolitas de queso con almendras (genial estar rodeada de gente a la que no le gusta el queso), habas con jamón ( observo que lo verde no gusta, no tienen ni idea), pido arroz con gambas y atún (huyendo de la carne otra vez) y dejo el plato vacío comiendo metódicamente (me miran con aprobación porque siempre dicen que estoy delgada), llega el postre, mini-porciones de tarta de queso (justicia poética) y otras ( a estas alturas P. y yo tenemos serias dudas sobre si seremos capaces de bajar las escaleras), champán para el brindis (gran momento de tensión) y café. Maratón.
A las 18 horas nos retiramos y los dejamos hablando otra vez de lo mismo (los ratones tenían libertad porque el jefe se había ido ya). Hasta septiembre. La comida, los esfuerzos para soportar sin poner cara de desesperación bromas con verbos tan sutiles e ingeniosos como los que os podéis imaginar, y la euforia no exteriorizada de saber que era el último día me dejaron agotada. Trece horas después de haber salido de casa subí las escaleras como si me hubiese escapado de Alcatraz. Fin de la sección "Laboralia". Hasta septiembre.

Canción de mi día de hoy: "Planes de batalla", Nosoträsh.

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Todo el mundo de vacaciones...y yo muriendome del calor en un horno por las mañanas y en otro horno que son las clases de latin por la mañana...que suerte tienes... ;P

11 julio, 2005 20:04

 
Anonymous Anónimo said...

Te sigo, igualmente maravillada... ¿te vas?

11 julio, 2005 22:47

 
Blogger nadadora said...

marca: si quieres consolarte, te digo que mis vacaciones no son pagadas (aunque a mí me da igual-igual). Piensa en el vil metal que ganas... y en el latín que vas a aprender ;)

myu: me iré, pero tendré un teclado a mano, que es la paradoja de esto. Te mueves y sigues en el mismo sitio. Gracias.

st: están por todas partes, hay que mantenerlos a rayas (cada día llevan mejores disfraces).
Por las bolitas mereció la pena, tengo que intentar hacerlas yo. Por cierto, bienvenida ;)

12 julio, 2005 10:31

 

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