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...tal como han hecho desde tiempos inmemoriales los jóvenes sometidos a presión, decidieron tumbarse un rato y perder el tiempo.

lunes, enero 22, 2007

unas veces las cosas son lo que parecen y otras veces no

Cuando fui teenager tuve un Vespino rojo. Enseguida aprendías a distinguir las averías, si no arrancaba por más que le dieras a los pedales, bujía sucia, aprendías a sacarla, limpiarla y volverla a poner, o a cambiarla por otra nueva si la usada no daba más de sí.
Si ibas sintiéndote un peligro público, as de la velocidad, un aquí estoy yo a cuarenta por hora y notabas un tironcillo y una especie de desmayo, carburador sucio. Nunca aprendí a limpiarlo, eso era para expertos. Cuando sonaban unas pequeñas explosiones (el sustantivo más grande que el ruido), tubo de escape atascado, llevabas la moto al taller para que lo desatascaran, o lo cambiaran por uno nuevo. Si ignorabas la lucecita de la reserva y se paraba con un ruido como de no poder más, te habías quedado sin gasolina, entonces podías soplar con la boca en el depósito y de paso inhalar unos cuantos gases tóxicos, y luego intentar arrancar y llegar hasta la gasolinera.
Y así, haciendo tratos con la maquinaria, pasaba el tiempo, y un día, parecía que ya no arrancaba más. El motor. Cuando el mecánico decía "el motor", moviendo la cabeza, había que tomar una decisión. "Ya no va a tirar más de lo que tira, si quieres puedo limpiarlo todo a ver si aguanta bien, pero cuando empiezan así..." Y entonces éramos teenagers y no estábamos tan curtidos por las series de hospitales, y los mecánicos no tenían formación específica para atenuar el golpe usando palabras más suaves, y todo lo decían moviendo la cabeza, que en lenguaje universal de los talleres, los hospitales, los juzgados, los colegios y los servicios técnicos quiere decir malas noticias. Y decidías. "Sí, límpialo a ver, yo creo que irá bien, tampoco necesito que corra tanto". Y eso era verdad. Y cuando ibas a recogerlo y volvías a casa a cuarenta por hora, o a treinta, o a veinte, sentada en ese sillín que a veces era tan incómodo, y a veces echabas tanto de menos, te parecía que nada podría ser mejor que tener las manos sobre los frenos e ir a donde quisieras ir. O a donde pudieras.

Y también estaban los que pensaban que ya estaba bien y que total, ya había durado bastante.

Había que tener suerte, porque te podía tocar una moto que generaba problemas desde el primer día, ni te daba tiempo de cogerles cariño y ya te estaban fallando. Y había que tener ganas, porque siempre se corría el peligro de acostumbrarte a prescindir de ella tan rápido como te acostumbraste a arrancar y frenar.




7 Comments:

Blogger marca said...

Qué bien lo cuentas todo. Yo también tuve una vespino roja, ya sabes, y ahora la echo de menos mucho.

22 enero, 2007 23:04

 
Anonymous Anónimo said...

Pues yo nunca he tenido motocicleta alguna, el último vehículo con dos ruedas que tuve fue mi orbea rosa con cesta y todo, que es que no se puede ser más cursi. Pero mira, aún así, me ha entrado añoranza de vespino al leerte. Cualidades que tienes, flor.

23 enero, 2007 10:23

 
Anonymous Anónimo said...

Yo tuve una escúter plateada [verano] y un autobús verde y un vagón de metro [invierno] en aquellos años en los que las estaciones del idem hacían honor a su nombre.

Después tuve un coche que fue emocionante durante algún tiempo, pero que ahora no uso apenas porque he vuelto al autobús verde y al vagón. En voz alta lo llamo comodidad, pero [y esto es un secreto] en realidad se trata de otra cosa.

Y aun a riesgo de desentonar en un blog tan exquisito como éste, te voy a llamar cabrona por desempolvar nostalgias.

Cabrona.

:__

23 enero, 2007 10:53

 
Blogger nadadora said...

marca: gracias.

vilipendia: orbea rosa con cesta, ¿y lazos en el pelo? Qué razón tienes en lo de las cualidades.

memen: el riesgo que se corre al contar secretos es que igual te preguntan, ¿y si no es comodidad...?

Sobre la exquisitez de este blog no me voy a pronunciar. Y mira, hacía tiempo que no me llamaban cabrona, el otro día cabrona-za, que es casi lo mismo, pero en más. Te llevas la exclusiva, fíjate.

23 enero, 2007 12:51

 
Anonymous Anónimo said...

Querida amiga:

Hoy estoy aquí para pedirte que entres en el enlace al que vinculo este comentario para participar en un post que no deseo escribir yo sola. Te lo pido a ti y se lo pido a todas las personas que están leyendo este comentario. Corred la voz, decídselo a vuestros contactos, nos tienen que escuchar… ¡Os veo en La Letra Escarlata, gracias!

23 enero, 2007 19:33

 
Anonymous Anónimo said...

Hola nadadora. He recordado mi moto de color amarillo. La mía era una piaggio, de esas que llevaban rueda grande y que se podía dejar el casco debajo del sillín en un pequeño maletero. Un día, volviendo del instituto, empezó a nevar.
Tienes muy buen gusto escribiendo.

29 enero, 2007 23:06

 
Blogger nadadora said...

Me acuerdo de esas motos amarillas, los que sacaban el casco de debajo del sillín parecía que sabían más cosas que el resto.
Tu también.

30 enero, 2007 10:38

 

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