el signo de los tiempos
MIentras desayunaba he estado viendo el primer episodio de Ruy, el pequeño Cid. Aparte de que los dibujos han resistido muy bien el paso del tiempo, ahí estaban las constantes: un niño más o menos solo, una madre en incierto peligro de muerte, un padre de la sección "alta exigencia" (también los había pusilánimes como el de Marco, o directamente ausentes como el de Heidi)... Y la violencia, que parece que se inventó en los noventa, y no. Esta era infinitamente más matizada (y por ello mejor). Nótese el espectacular y amenazador brillo de la hoja del cuchillo.
Y como esto no es un análisis, aquí lo dejo.
7 Comments:
Al padre de Marco sólo lo recuerdo haciendo la colada, pero pienso mucho en el Señor Peppino y en Fiorina.
06 mayo, 2006 13:21
Mucho, dentro de lo razonable, claro.
06 mayo, 2006 13:24
El padre de Marco era un ser opaco, al contrario que el señor Peppino, Fiorina y todo aquel carromato con cierto aire triste (pero digno).
06 mayo, 2006 13:27
No se me había escapado el "mucho", pero dentro de lo razonable (sea lo que sea) lo ví.
06 mayo, 2006 13:32
En los noventa, no teniamos a seres como el personaje rubio poniendo esas caras de "mi vida está pasando ante mis ojos en ese momento". Bueno si, teniamos a Ranma cuando se mojaba y se convertía en chica, pero eso es otro tema...
06 mayo, 2006 19:47
.
¡Me encantaban esos dibujos! A pesar de que me producían mucha tristeza. Recuerdo un capítulo en especial en el que Ruy y sus amigos (o sólo estos, no me acuerdo bien) compraban un castillo que se desploma completamente. Qué caras, qué situación más triste, qué momento de desolación cuando Ruy continúa su camino y deja a los otros dos, un par de niños, reconstruyendo la fortificación piedra por piedra, sabiendo que tardarían años en devolverle su aspecto original.
Quizá los dibujos de los ochenta mostrasen menos violencia física; pero en ellos abundaba la violencia de los sentimientos: los personajes eran expuestos a situaciones muy tristes que no se resolvían con una mueca chistosa en sus caras; situaciones, además, que eran aliñadas con una triste musiquilla que lograba sobrecogernos. O por lo menos en mí provocaba ese efecto, sin que pudiera desembarazarme de él hasta mucho después de que apagase la tele.
En mi opinión, los dibujos de nuestra infancia eran más violentos que los de ahora. Ese Marco buscando a su madre, esos Jackiy y Nuca cuya madre había sido abatida por un cazador, esa Clara llorando desesperadamente al pensar que no volvería a andar, esa Candy (¡maldita!, ¡pero si era la mala de la serie!) jodiendo a su amiga porque ésta había roto la promesa de no dejarse adoptar...
¡Pero qué cosas nos ponían!
Un beso.
P.D.: mira Leanor, ahí entrando a saco... Qué tía...
07 mayo, 2006 21:30
.
Ah, se me olvidaba: como villachinchillense no puedo dejar de preguntarte si has “disfrutado”, aunque sólo sea un poquito, de estas fiestas tan nuestras.
Un beso.
07 mayo, 2006 21:33
Publicar un comentario